Relato de una travesía por Catamarca
“A las 7 am paso a buscarlos -nos confirma Nelson-. Estén listos para salir.” Cumple puntualmente su promesa y a las 6.50 estaciona la camioneta en la hostería ubicada a la vera de la ruta en El Peñon, donde pasamos la primera noche. Hicimos un check list rápido con todo lo necesario para emprender una nueva aventura en nuestra travesía por Catamarca.
Antofagasta de la Sierra: la antesala del cielo
Antofagasta de la Sierra se encuentra en plena Cordillera de los Andes, y es la capital del departamento homónimo en la Provincia de Catamarca. Está ubicada a 3323 msnm, en zona de volcanes, salares y de montañas que superan los 6000 metros de altitud. Como nos cuenta Nelson, la llaman la “antesala del cielo”.
Partimos hacia Antofagasta de la Sierra con un día completamente despejado que prometía grandes sorpresas. El clima en la puna es árido y seco, ya que casi nunca llueve. Contrasta su belleza, su majestuosidad y su geografía fantástica. La localidad alberga 1400 habitantes, mayoritariamente descendientes de pueblos originarios, que conservan las tradiciones culturales. Por ejemplo, sus casas construidas con adobe y los típicos corrales de piedra en forma circular donde alojan parte del ganado.
Salar de Antofalla
En las afueras nos preparamos para el ascenso en altura, que por momentos alcanzará los 4700 msnm. La puna debe ser respetada; los tiempos y el ritmo de las grandes ciudades quedan atrás. La travesía por Catamarca nos impone su propio ritmo. Unos 200 volcanes, los más altos del mundo, enmarcan el recorrido y la espectacularidad de los colores armoniza con el cielo azul límpido. Las escurridizas vicuñas se cruzan en el trayecto, mimetizándose con el ambiente. Y desde las coloridas quebradas se puede apreciar el imponente Volcán de Antofalla de 6.409 metros.
Muy cerca se divisa el Salar de Antofalla, el más largo del mundo con sus 160km de largo y 12km de ancho. Desde lo alto se observa una generosa porción blanca de forma rectangular que se extiende hasta la Cordillera.
Descendemos a los 3900 metros, y allí nos dirigimos para admirar bien cerquita las lagunas de la superficie, de distintos colores. Enmarcada por el Volcán Antofalla, el Antofagasta, La Alumbrera y el Volcán Galán (éste último con el cráter más grande del mundo), la travesía es alucinante.
Cuando nos adentramos al Salar por fin estamos frente a frente con numerosas lagunas que toman diferentes colores, en función de los índices de salinidad. Se trata de una serie de geiseres apagados de agua salada con distintas tonalidades. Es un área resguardada por la Comunidad Indígena de Antofalla, sitio de interés comunitario, científico y turístico patrocinado por el CONICET. Las lagunas están dominadas por ecosistemas microbianos que viven adheridos a la sal y al yeso, formando de este modo tapetes microbianos. Dicen que allí yace el comienzo de la vida. El paisaje es extraordinario y genera una postal surrealista difícil de describir. Es una de las regiones más aisladas del país.
A unos 10 minutos se ubican los Ojos de Campo, una serie de 12 pozas o Puquios. Estas depresiones reciben agua subterránea de características muy diferentes en salinidad y compuestos químicos, condiciones que seleccionan una diversidad microbiana distinta. La más emblemática es la Poza Naranja en la que predominan las arqueas y el alga Dunaliella que le da ese color característico debido a su pigmentación. En algunas de las pozas se pueden encontrar los ecosistemas más antiguos del planeta. Tienen un alto contenido de arsénico, por lo que recomiendan extremar cuidados.
Comunidad Kolla Atacameñna
Nuestra travesía por Catamarca continúa y otro letrero anuncia el ingreso a la Comunidad Kolla Atacameña. Se trata de un pequeño poblado de 45 personas que cuenta con un cacique como máxima autoridad, la asamblea integrada por los vecinos y un Consejo de ancianos, mayores de 60 años. De singular belleza, sus habitantes viven del pastoreo de llamas y ovejas. Tiene una capilla de piedra, una escuela y recientemente se encontraba en construcción un jardín de infantes lindero. Fue el momento ideal para hacer un alto en el camino y almorzar debajo de un árbol con una vista de ensueño. Un perrito que se salteó la siesta nos hace compañía mientras degusta una porción de sándwich.
Cuando la tarde avanza, debemos regresar. Lo hacemos trasladándonos por la Quebrada del Diablo, donde nos topamos con el Cono Salar de Antofalla, en medio de un desierto multicolor. Muy cerca y en La Vega de Botijuela vive un solo habitante, Simón Morales, quien no reniega de su soledad.
Al paisaje se suma el atardecer con una paleta de rojos furiosos, y la magia se materializa. Pasamos nuevamente por la Laguna de Antofagasta para despedirnos de los flamencos andinos de rosado pálido. Y también del negro profundo de las rocas volcánicas que escoltan el hormigón de la ruta.
Nada volverá a ser como antes luego de esta experiencia. Resuenan los versos de una conocida canción al decir que siento al caminar toda la piel de América en mi piel.
INFORMACIÓN ÚTIL
- Llevar ropa de abrigo siempre, incluso en verano. Calzado adecuado, gorra, anteojos de sol y protector solar, todo el año.
- Consultar con su médico de cabecera, si tiene antecedentes cardíacos.
- Contar con un botiquín de primeros auxilios.
- Si viaja en medio propio, el tanque siempre lleno. Es muy importante no apartarse del camino.
- Informarse previamente sobre el clima y la disponibilidad de alojamiento.
- Tener en cuenta que debido al terreno, es conveniente hacer las excursiones en vehículos 4 x 4 y siempre con guías.
- No hay señal telefónica ni wi fi.
- Todo lo que lleves, vuelve en tu mochila. NO tirar residuos. Cuidemos y dejemos todo de igual manera que lo encontramos.
- No hagas fuego y dejá todo en las mismas condiciones. Respetemos y hagamos respetar.