VIAJANDO

Travesía por Catamarca: En busca de mi Norte, fui (parte 1)

Relato de una travesía por Catamarca

Llegar a la Puna no es cosa fácil, pero fascina. Su extravagancia, su aridez, sus matices de colores intensos, nos recuerdan que sólo estamos invitados a admirarla. Recorrerla a paso lento, es un must.

Unos 200 km. aproximadamente, separan Belén de El Peñon. Desde allí y hasta Antofagasta de la Sierra hay que sumar otros 60 más. En estos kilómetros de nuestra travesía por Catamarca, me enamoré de este destino.

La ruta 43 y El Peñon, como Avant premier.

Con las primeras luces del día y por la ruta nacional 40 en constante compañía del Río Belén, dejamos atrás la Ruta del Telar en dirección norte, atravesando distintos poblados como El Molino Norte, la Puerta de San José, La Ciénaga, hasta alcanzar El Eje, donde el camino se bifurca y obliga a girar a la izquierda, hasta empalmar con la RP 43.

A partir del entonces, el paisaje cambia notoriamente e invita a adentrarse en un serpenteo entre distintos poblados que no escapan a la atención y al asombro, como las figuras que se levantan como proa de barcos encallados en Puerta de Corral Quemado y los Castillos de Puerto Viejo. Se trata de formaciones rocosas que el tiempo y el viento moldearon a su antojo.

Fotografía: Karina Roman

No es hasta después de pasar por Villa Vil, que se presenta la Cuesta de Randolfo y que obliga necesariamente a detenerse y apreciar la inmensidad de tonos tiza que semejan una pared. La presencia de arena sobre la ruta anuncia el encuentro y carteles indicadores recuerdan prestar atención a la calzada erosionada; se erigen a partir de allí dunas de gran porte y el viento se hace sentir.

Fotografía: Karina Roman

Las vistas, al igual que las dunas que bordean el camino son de una belleza simple y austera que invitan a ser retratadas. Su punto más alto alcanza los 3200 msnm. Es la puerta de entrada a la Puna, que algunos tildan de inhóspita. Después de esta travesía por Catamarca, prefiero referirme a ella como intrigante y sorprendente.

Avanzando en el camino y muy cerca de allí un cartel vial verde indica el ingreso a la Laguna Blanca, que es ratificado a escasos metros por grandes letras blancas, apostadas al costado de la ruta. Las mismas dan paso a un trayecto de ripio por espacio de 18 km, hasta alcanzar la Reserva Provincial de Fauna Silvestre Laguna Blanca. La laguna alberga flamencos y vicuñas características de la zona que adquirió gran importancia por tratarse de la Reserva de Biosfera declarada por la UNESCO. Por falta de tiempo, la visita quedará pendiente para otro viaje.

Arribamos a El Peñon, cerca de las 11.30 am, con el sol del mediodía y una temperatura agradable. Nos hospedamos en la Hostería que está a la vera de la ruta, tan linda y acogedora como sus anfitriones. Tito nos recibe con inmensa simpatía, y aunque es de pocas palabras, empatiza con nuestro entusiasmo por conocer el pueblo y alrededores durante nuestra travesía por Catamarca.

El Peñon es una localidad que se encuentra a 3400 msnm, y cuenta con 450 habitantes. Sus casitas construidas en adobe, sus calles de tierra, su plaza central y su capilla contrastan con el paisaje que la enmarca. Hacer noche en El Peñon ayuda y mucho a aclimatarse y contrarrestar lo que se conoce como “mal de altura”.

No bien dejamos nuestro equipaje en la amplia habitación de las 8 que conforman la hostería, nos espera en recepción Nelson. El será nuestro baquiano y compañero de exploración. Conocedor como pocos del lugar, nació allí, creció, se casó y formó su familia. Con 36 años, tiene 2 hijos en edad escolar y un manojo de sueños.

Nos indica usar cualquier prenda que cubra las extremidades inferiores: “Es mejor que lleven pantalones largos -nos previene- si no quieren que la arenilla les marque las piernas”. No dudamos en hacerle caso.

Campo de Piedra Pomez

Casi a las 12 en punto, armados con cámaras fotográficas, tubo de oxígeno, agua y alguna golosina, tomamos nuevamente la RP 43, rumbo norte, con destino al tan esperado Campo de Piedra Pómez.

Un cartel marrón da la bienvenida y debajo en mayúsculas y bien grande aclara que el ingreso es sólo para vehículos 4 x 4. Y ello encuentra razón en el tipo de terrenos que estamos por recorrer, donde no hay camino demarcado sino huellas de ripio arenoso, que solo los lugareños conocen.

La incredulidad da lugar al asombro a medida que avanzamos. El Volcan Carachi Pampa al igual que el manto negro que lo rodea con sus rocas volcánicas, su salar y su laguna, impulsa a detenerse y apreciar la inmensidad árida y solitaria. El camino no está señalizado, y los surcos se desdibujan a causa del viento, según como sople. Un tamarindo de gran tamaño es ideal para protegerse de Febo en su punto más cálido.

Fotografía: Karina Roman

Poco antes del llegar al Campo de Piedra Pomez, avistamos las Dunas Blancas que simulan un escenario extraterrestre. La acción del viento hace de las suyas, y moldea estas olas gigantes de arena a su entero capricho. El paisaje toma formas de otro planeta, y caminar sobre la fineza de su superficie es casi una experiencia religiosa.

Fotografías: Karina Roman

No hay lugar para el respiro cuando la espectacularidad se materializa sin permiso. Perdimos la cuenta del tiempo, empapando las pupilas con la vastedad de esa paleta de pasteles, hasta que una ventisca nos invita a continuar nuestro viaje.

Después de un corto recorrido, llegamos al Campo de Piedra Pómez, y todo se vuelve color blanco con picos en tonos salmón que simulan una torta de merengue. Un extenso territorio que se origina producto de la actividad del Volcán Blanco hace muchos, muchos años. Como consecuencia de la explosión, los materiales expulsados se solidificaron en formaciones rocosas, el viento se encargó del resto. Estacionamos la camioneta a un costado y avanzamos caminando sobre el campo. Arriba y bien alto, una bandera argentina se agita fuerte. No es casual hundirse al caminar en esa mezcla de arena y piedra. El sol de la tarde tiñe las tonalidades de las paredes y enseña las perfectas grietas verticales, producto de la amplitud térmica.

Fue declarada Area natural protegida en 2012, y su superficie alcanza las de 75.000 hectáreas. Es tan impresionante como fantástico. Todo es silencio y contemplación. No hay nadie alrededor y por un ratito nos sentimos dueños del espacio y del tiempo.

Campo de Piedra Pomez en Catamarca

Fotografías: Karina Roman

Video: Karina Roman

Todo concluye al fin dice una canción, y es hora de regresar por un buen baño, y un descanso reparador. Mañana, la travesía por Catamarca continúa…

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