Cada vez que vuelvo a La Rioja pienso en volver a la Laguna Brava. Es de esos paisajes inolvidables que te dejan en miniatura. La dimensión de sus montañas y llanuras es inabarcable. La altura impone respeto, como el paisaje infinito. Este es, uno de los paisajes irrepetibles que hay en Argentina.
Si además de viajar y disfrutar de los paisajes, comidas y aventuras también te gusta hacer un registro fotográfico de tus viajes, llevar una cámara en esta travesía es casi una obligación. Todo el camino, saliendo desde Vinchina hasta la laguna es una postal detrás de la otra que vas a querer guardar y compartir.
La Laguna Brava se encuentra en la Reserva Provincial que lleva el mismo nombre al oeste de la provincia de La Rioja, qué a su vez es atravesada por el Paso Internacional Pircas Negras, Ruta Nacional 76 que conecta con la Región de Atacama, Chile.
A la Laguna se puede llegar en cualquier vehículo, mejor si es un 4×4 y es recomendable llegar con guía local que podés contratar en Vinchina o en Villa Unión. Podes ir solo, pero yendo con un guía la experiencia va a ser distinta, vas a escuchar las historias que se cuentan, anécdotas, vas a estar al cuidado de alguien que conoce muy bien la altura de esas montañas y lo más importante, vas a conocer un poquito más de la idiosincracia de las personas que viven en esta hermosa provincia.
Subir a la Laguna Brava es una excursión de todo el día, así que llevá comida y agua porque vas a llegar a los 4200 msnm y allá no hay nada. Llevá abrigo porque el clima es cambiante, es Cordillera Alta, te puede tocar un día sin viento con calor y cambiar en cuestión de minutos. A esa altura no hay casi vegetación, algunos molles rastreros, coirones dorados. Pero sí vas a disfrutar ver las manadas de vicuñas caminando por las montañas y flamencos rosados en las orillas de la laguna.
En las cercanías de esta espectacular laguna de agua y sal podes encontrar la Laguna de Mulas Muertas, Los Géiseres, El Avión. Para los más aventureros que disponen de más tiempo y preparación en altura, están El Volcancito y el Cráter Corona del Inca.
EL VIAJE A LA LAGUNA
Saliendo de Vinchina cruzamos el puente del Río Bermejo y pronto el camino continua de tierra, atravesando la Quebrada de Troya. El aire se vuelve cada vez más denso, el sol más fuerte y los colores más nítidos. Cruzamos una ladera de formación sedimentaria con una forma perfecta de pirámide, esculpida por la lluvia y el viento. Alto Jaguel es el próximo destino. Un poblado detenido en el tiempo de una larga calle pintoresca que algunos veranos también se convierte en río por el agua del deshielo.
A medida que avanzamos la temperatura comienza a descender. Aparece el primero de los catorce Refugios, construidos en piedra entre 1864 y 1873 para albergar a los arrieros que cruzaban el ganado a Chile durante la guerra de con Perú y Bolivia. “Los arrieros y cazadores creían que la Laguna Brava le negaba el paso a los extraños reaccionando con vendavales, truenos y lluvias que dejaban los caminos intransitables”.
Llegamos casi a los 4000 mil metros y el cuerpo comienza a sentirlo. Es importante parar, respirar, tomar agua, caminar lento antes de continuar. Ya casi no hay vegetación y el cielo se ve cada vez más cerca, los colores de las montañas son rojizos, verdes, hasta violetas.
Llegamos a la Laguna Brava enmarcada por algunos de los picos más altos de la Cordillera de los Andes, El Varadero, Bonete Chico y el Pissis, el segundo más alto de América con 6.882 msnm. Vemos los geisers, flamencos.
Lejos, en el otro extremo de la Laguna se alcanzan a ver los restos de un avión. Se trata de un Curtiss Commando C-46 F, que perteneció a Aerolíneas Carreras, que tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia un 30 de abril de 1964 debido a un desperfecto técnico.
Llegando al último de los puntos en este viaje, el cielo comienza a cambiar, ya no se ve el Pissis, una tormenta se arma en la montañas. Eso significa el viaje por la Laguna Brava. Hay que volver antes que comience a llover. Aún nos quedan paisajes por conocer y sobran los motivos para volver.