“Hay una leyenda que dice: “El que come calafate, siempre vuelve”.
El aire frío de la Patagonia nos recibe al aterrizar en El Calafate, una pequeña localidad ubicada en el corazón de la Provincia de Santa Cruz. La tranquilidad de este rincón del mundo parece envolverlo todo, desde los áridos campos de pastizales hasta las montañas que, en el horizonte, parecen apenas rozar el cielo. Al salir del aeropuerto, lo primero que llama la atención es el silencio que reina por doquier. No se escucha el bullicio frenético ni las típicas corridas de las grandes ciudades. El viento patagónico se siente como el abrazo de un amigo y se convierte en un compañero constante durante todo el recorrido. Es una calma profunda, algo que no se encuentra en los lugares concurridos. Aquí, la naturaleza se revela como una sinfonía sensorial.
El Calafate es una ciudad pequeña, de encantadoras casas bajas, cálidas, y rústicas. Cuenta con un centro comercial muy completo, restaurantes y bares, casas de té y chocolaterías para deleite de sus visitantes. Ubicada a 320 km de Río Gallegos, y sobre la margen sur del Lago Argentino, El Calafate es un remanso de paz. Es, además, un importante centro turístico ya que desde este punto se inician todos los circuitos glaciares, zona de acceso a una multitud de montañas de hielo que conforman el Parque Nacional Los Glaciares, y que la convierten en un sitio privilegiado de la Argentina y del mundo. Tan es así que en 1981 la Unesco declaró a todo este Parque “Patrimonio de la Humanidad”.
Su notoriedad se debe por ser la puerta de acceso al Parque Nacional Los Glaciares, el cual posee atractivos turísticos como el Glaciar Perito Moreno, los Glaciares Upsala y Spegazzini, y el Cerro Fitz Roy, entre otros, todos propios de la región oriental del Campo de Hielo Patagónico Sur.
La villa toma su nombre del pequeño arbusto “calafate”, típico del sur de la Patagonia. De acuerdo con la tradición quien come calafate, regresa por más. En mi experiencia, luego de conocer un lugar tan hechizante, quien visita El Calafate, no quiere irse nunca. El Glaciarium, Centro dedicado a la divulgación del Hielo Patagónico y sus glaciares, se ubica en las afueras de la ciudad. Es un centro de interpretación que enseña a comprender el hielo y los glaciares y uno de los pocos centros glaciológicos del mundo. Tiene exposiciones interactivas y multimedia que buscan concientizar y educar acerca de los glaciares y su importancia ecológica. Abre todos los días. Consultá los horarios. Tiene traslado gratuito para aquéllos que no cuentan con medios propios.
El Glaciar Perito Moreno: El Encuentro con un Gigante
Visita obligada si las hay, la primera parada es, por supuesto, el Glaciar Perito Moreno. El camino hacia el Parque Nacional está rodeado de una vegetación propia de la región, donde los árboles y arbustos parecen combatir con el viento. La primer gran impresión espera a la vuelta de una curva bien señalizada, con el Mirador de los Suspiros, un stop imperdible en la ruta, que enseña una foto panorámica infinita como una manta blanca casi inmaculada.
Al llegar a la base y a las primeras pasarelas, el paisaje revela una majestuosidad. El Glaciar Perito Moreno es una de las pocas masas de hielo en el mundo que sigue avanzando.
Caminamos sobre las distintas pasarelas que se identifican con colores, según el trayecto y grado de dificultad (Senderos: Inferior, Del Bosque, Central, Accesible y De La Costa), donde los turistas locales y de todo el mundo se agrupan en silencio, observando el imponente glaciar. La enormidad del bloque de hielo que se despliega frente a nuestra vista es sobrecogedora. Cuando el glaciar habla, el alma enmudece. El sonido del hielo quebrándose y desmoronándose en el Lago Argentino, es un rugido suave pero potente, que resuena en la memoria como una experiencia mística.
Contemplar el Glaciar Perito Moreno es una experiencia sensorial que va más allá de lo visual. Su magnitud, su sonido, el frío, el aire y la textura del entorno crean una profunda conexión con la naturaleza. Cada trozo de hielo que cae al agua es un recordatorio de la fuerza imparable de la naturaleza. No hay límites claros, sólo el glaciar extendiéndose a lo lejos, cubriendo montañas y valles. Contemplar una masa de hielo continental es experimentar una mezcla de sensaciones que despiertan la conciencia sobre nuestra relación con el planeta, la fugacidad de nuestras vidas en comparación con la permanencia de estos colosos naturales, y la inmensidad de la Tierra en su estado más puro. Fuera de la Antártida, es la mayor masa de hielo del Hemisferio Sur con 48 glaciares.
A medida que el sol se va poniendo, el glaciar se tiñe de una luz dorada que resalta sus tonos azules y blancos. En este instante, la sensación de pequeñez que nos embarga se contrapone con la emoción de ser parte del paisaje más icónico de la Patagonia Argentina.

Caminar sobre el Glaciar Perito Moreno, es posible.
Si las condiciones climáticas son buenas y el presupuesto lo permite, aventurarse con una caminata sobre el Glaciar Perito Moreno, es un planazo. Hay tours denominados “mini-trekking” o “big ice” que es más exigente, donde luego de salir de la ciudad, recorrer 70 km, y de cruzar el Lago Rico, se accede a la cara sur del Glaciar Perito Moreno. El itinerario se inicia con un sendero que bordea la costa del Lago. Más adelante, los guías -especialistas y encargados de conducir a grupos reducidos- brindan información sobre glaciología y proporcionan cascos y crampones.
Es entonces cuando la emoción desborda del pecho, porque caminar sobre el glaciar Perito Moreno queridos amigos, es una experiencia de otro mundo. En el recorrido se atraviesan grietas, sumideros, enormes seracs -grandes bloques de hielo que se producen por la fragmentación de los glaciares-, y lagunas de un turquesa profundo. Generalmente esta actividad se realiza todo el año, situación que puede variar dependiendo de las condiciones específicas del hielo y del clima cada año.
Es ideal vestir ropa cómoda, abrigada e impermeable, y llevar calzado o botas de trekking también impermeables. Indispensable llevar lentes de sol, protector solar, gorro y guantes.
El Lago Argentino. Visita a los Glaciares Upsala y Spegazzini. Una experiencia sin precedentes.
Un nuevo día de sol brillante anticipa una de las experiencias más impresionantes. La navegación por el Lago Argentino y la aproximación a los Glaciares Spegazzini y Upsala aseguran momentos inolvidables. Por la mañana o por la tarde, la navegación permite disfrutar las distintas gamas de colores. Tomamos una excursión en barco por el Lago Argentino. Zarpamos desde el Puerto Punta Bandera, distante a 47 km. de El Calafate.
Navegamos por el Brazo Norte del Lago Argentino, atravesando la Boca del Diablo entre témpanos flotantes, algunos de ellos de una dimensión indescriptible. Se trata de formaciones que se fueron desprendiendo del Glaciar Upsala y parecen levitar sobre el Lago. Claramente lo que se ve a simple vista es diametralmente opuesto a su base que se esconde bajo la superficie. Toman formas geométricas que el agua y el viento han moldeado de forma caprichosamente encantadora.
Apenas un ratito después la vista se agudiza y los glaciares colgantes como el Glaciar Seco, el Glaciar Heim Sur y el Glaciar Peineta encandilan las curiosas miradas y anticipan el plato fuerte de lo que seguidamente vendrá. El siguiente stop es en la Base Spegazzini que se encuentra justo frente al Glaciar del mismo nombre donde se puede caminar por su sendero, apto para toda edad, sin dificultades y con estaciones temáticas informativas, y así extasiarse contemplando al Gigante Spegazzini. Su gélido encanto se extiende por una imponente pared de más de 135 metros, siendo el más alto del Parque. El Glaciar Spegazzini se caracteriza por tener una alta pared de desprendimiento que da origen a témpanos de formas y colores muy variados. Se encuentra bien apoyado en el fondo del lago cuya profundidad en esa zona es de unos 150 metros.
Los constantes desprendimiento de los glaciares producen témpanos de variadas formas y tamaños. Lo que a simple vista sobresale de la superficie del agua es sólo alrededor de un 10% de su volumen total. En ocasiones, grandes secciones se desprenden de la parte del glaciar que está bajo el agua dando lugar a enormes témpanos que emergen a la superficie. El glaciar se extiende como una serpiente de hielo que se pierde en el horizonte. De nuevo, la sensación de pequeñez nos desborda.
La Base Spegazzini también cuenta con un Refugio (Refugio Spegazzini) que ofrece todos los servicios: restaurante, tienda de recuerdos, acceso a baños y una vista panorámica espectacular. El Glaciar Upsala es el más grande del Parque Nacional Los Glaciares y uno de los más grandes de América del Sur, con un tamaño de aproximadamente 870 km2. Es conocido por el fuerte retroceso y adelgazamiento. En 1986 su área era de 896 km2. Periódicamente se producen desprendimientos de grandes dimensiones, en ocasiones de más de 1.5 km de longitud, que lo convierte en verdaderas porciones de glaciar. Visitar estas increíbles masas de hielo, es vivir una experiencia difícil de describir con palabras.
Desde el agua, la vista de los glaciares y las montañas que rodean el lago, es aún más impresionante. Las aguas turquesas del lago reflejan el cielo de la Patagonia, creando una imagen de una calma perfecta que nos envuelve por completo. El tiempo parece detenerse en esta región remota. Son postales de ensueño que permanecerán por siempre en la memoria de cada visitante.
Reserva Laguna Nimez (Fuente: www.lagunanimez.com)
La Reserva Natural Municipal Florística y Faunística Laguna Nimez, es una de las primeras reservas naturales urbanas municipales de la Argentina, fue creada en 1986 por ordenanza municipal Nro. 33/86, con el objeto de “conservar, difundir, investigar y custodiar todo cuanto concierne al Patrimonio de esta zona”. Esta reserva, con una gran riqueza en biodiversidad tomó entonces el nombre de “Laguna Nimez”, en homenaje al antiguo poblador de estas tierras y pionero de la localidad: Augusto Nimez.
Hoy, 35 años después de su creación, la reserva recibe más de 20 mil visitantes locales, nacionales e internacionales por año. Es un hogar de más de un centenar de especies de avifauna muchas de ellas endémicas, o de valor especial de conservación; así como de otras especies animales, y de flora nativa.Su preservación, desde el punto de vista ecológico, histórico, recreativo y paisajístico, es uno de los pilares de la reserva. Aproximadamente 20 mil personas por año visitan el área protegida, procedentes de todos los rincones del mundo, y de todas las provincias de la Argentina. Se ofrecen servicios al visitante y está abierto todo el año.

La Gastronomía de El Calafate: Un Viaje de Sabores
Al final del día, El Calafate invita a disfrutar de su gastronomía. En las acogedoras casas de té y restaurantes de la ciudad, los sabores de la Patagonia se hacen presente en la buena mesa. Deliciosos platos regionales, acompañados de un buen vino de la región. Un imperdible sin duda es el “helado de calafate”, de sabor único y dulzón que, según cuentan, tiene la propiedad de hacer que el visitante siempre regrese.
El Cielo Estrellado: La Magia Nocturna
Por la noche, alejarse del bullicio y dirigirse a un lugar apartado para mirar el cielo, es el broche final perfecto. La oscuridad es absoluta, y las estrellas parecen más cercanas que nunca. El cielo patagónico es un lienzo lleno de constelaciones brillantes, como si la Vía Láctea decidiera hacer de esta región su hogar eterno. Es entonces cuando entiendo lo que atrae a tantos viajeros a este rincón del mundo. El Calafate no es solo un destino, es un reencuentro con la naturaleza en su estado más puro. En cada rincón hay una historia que contar, una conexión profunda con la tierra y el cielo. Al partir, llevo conmigo la imagen de los glaciares, los colores del Lago Argentino y las noches estrelladas, como un eco lejano que siempre me llamará de regreso. Este es el resumen de un viaje que deja una huella imborrable. Si alguna vez tenés la oportunidad de visitar El Calafate, sabrás que cada paso te acerca a algo sublime y sin igual.
Por Karina Román